Parte 1: Colores misteriosos
Hace mucho, mucho, mucho
tiempo nada tenía color, solo había manchas transparentes por todas partes, las
personas eran invisibles, por eso se estrellaban cada rato las unas con la
otras. Los animales eran muy raros, casi nunca se movían, y cuando lo hacían
solo era para acercarse a una presa o al plato de la comida. Era normal sentir
(eran transparentes también) a los animales abrazados los unos con los otros,
por ejemplo, a veces se sentía como un perro abrazaba a un gato y ese mismo
gato abrazaba a un pequeño ratón, todos eran muy perezosos.
Pasaron muchos años y
todo seguía siendo transparente. Nadie había hecho nada para solucionarlo ya
que eran tan perezosos como los animales.
Un día nació un niño con
unos ojos muy grandes, ese niño era muy curioso, miraba por todas partes porque
esperaba ver algo. Él se aburría de ver la nada, así que un día se fue por ahí,
a ver qué encontraba.
Llegó a un lugar que se
podría llamar “bosque”, pero no había nada ahí. De pronto, ese niño (que por
cierto se llama Lucas) vio una pepita moverse rápidamente, esa pepita empezó a
saltar de un lado a otro y Lucas comenzó a correr detrás de ella, la pepita no
se detenía, hasta que en un punto se quedó quieta, entonces Lucas intentó
agarrarla, tan pronto Lucas alargó la mano y tocó esa pepita todo tomó un color
extraño para el niño, él lo llamó “azul”, cogió una flor transparente y recogió
una gotita de ese “azul” misterioso, se lo puso encima a los pétalos y la flor
tomó el color “azul”. De repente Lucas vio otra pepita, fue muy veloz, y a
Lucas se le perdió, pero justo detrás había otra, esa se quedó completamente
quieta, Lucas la tocó y saltaron chispitas, entonces Lucas gritó lo primero que
se le vino a la mente,
-¡Rojo!-, a la flor le
cayeron algunas chispitas de “rojo”, la raíz se volvió de ese color.
Inmediatamente después otra pepita apareció, en este caso no fue necesario que
Lucas tocase la pepita, solo pensó en otro nombre y todo tomó un nuevo color,
“amarillo”, ¡era el color favorito de Lucas!
Por un momento él se
miró a sí mismo y vio que estaba lleno de todos los colores que había
encontrado, cogió algunas gotitas de “azul”, “rojo” y “amarillo” y se puso a
jugar, solo lanzaba gotas al aire e imaginaba un color, todo se creaba de
repente, con “rojo” y “amarillo” hizo “naranja”, con “rojo” y “azul” hizo
morado, también hizo el verde.
Después de jugar un rato
encontró otras dos pepitas, eran muy raras pero a Lucas le gustaron, las llamó
“negro” y “blanco”, siguió haciendo combinaciones y por fin decidió ir a lo que
se podría llamar “ciudad” o más bien “pueblo”, Lucas no podía ver a nadie, pero
todos lo veían a él, ¿Qué hizo Lucas? Puso los baldes en el piso y los volteó,
todo se llenó de color inmediatamente. Todas las personas quedaron estupefactas
por todo ese reguero de “algo” que no sabían qué era ni de donde había salido.
Lucas se dispuso a
ayudarlos, les explicó cómo se llamaba cada color y los diferentes grupos a los
que pertenecía cada uno, como encontró primero a “azul”, “rojo” y “amarillo”
entonces dijo que se llamaban “colores primarios”, y las mezclas que salían de
ellos eran los “colores secundarios”.
Esos nombres los inventó
a último momento, entonces, al darle nombre al grupo de los colores “blanco” y
“negro” no pensó muy bien y dijo que se llamaban “colores extra”, eso tuvo que
corregirlo después.
A las personas les
encantaba el tema, eran mucho más alegres que antes y les gustaba aprender, ya
no eran perezosos, lo cual le gustaba mucho a Lucas porque ya tenía con quienes
jugar. No solo las personas se volvieron más activas, también los animales
cambiaron, desde ese momento los perros tuvieron ganas de perseguir a los
gatos, y los gatos tuvieron ganas de perseguir a los ratones.
Y ahora, volviendo a las
personas, les gustaban tanto los colores que empezaron a hacer nuevas mezclas
con los colores que tenían y salieron nuevos colores, unos muy bonitos y otros
que parecían sacados de un lugar lleno de moscas. Todo el pueblo, y con el
tiempo toda la tierra empezó a tener color, todo era muy hermoso.
Lucas, su familia, sus
amigos y todas las personas estaban felices por el descubrimiento de los
colores, pero lastimosamente, como todas las cosas, se fue olvidando el origen
de los colores y la importante historia de estos.
Parte 2: ¡falta algo!
Después, Lucas miró al
cielo, -¡no hay!- gritaron todos al tiempo, así que se sentaron y pensaron
mucho tiempo. ¡A nadie se le ocurría cómo pintar el cielo! Nadie podía
diferenciar entre el día y la noche, solamente lo que había en el piso era de
colores, así que eso era lo único que veían además de las personas.
Pasaron muchísimos años
hasta que Lucas dejó de existir, pasaron sus hijos, sus nietos y sus bisnietos
y todavía no sabían cómo pintar el cielo.
Muchos años después,
Sara, una tataranieta de Lucas supo cómo pintar el cielo, -Un cohete- se dijo a
si misma, así que se preparó, llevó la comida, la ropa y lo más importante para
poder colorear el cielo: La pintura. Después en 1969 viajó hacia arriba todo lo
que pudo hasta que en un punto se detuvo y pintó primero lo que llamó “noche”,
regó un poco de azul oscuro y salpicó gotitas blancas aquí y allá, después hizo
la luna con la misma pintura blanca y con un poquito de gris, como tenía que
apoyarse en la luna para poder pintarla entonces dejó lo que más tarde se llamó
“cráter”.
Luego alistó el color
azul para algo que llamó “día”, pero, ¡Ay, no! ¡Sara se tropezó con la pintura
azul, la gris y unas gotas transparentes!, Pero ¡vaya paisaje! Empezó a llover,
Sara se volteó para recoger y vio que también habían caído sus algodones de azúcar,
pero no pensó mucho en eso, recogió todo y cuando se asomó para poder ver el
“día”, al principio se asustó, pero, ¡miren! ¡Son los algodones!, estaban
flotando y eran blancos y grises porque les había caído pintura.
Ella se quedó un rato
pensando en lo lindo que era todo, luego dijo, -Tarde-. Todos los baldes se
voltearon al instante, todo tenía diferentes colores, el cielo era naranja en
unas partes, pero rojo en otras, y, ¡también morado!, todo era increíble.
Volvió a la tierra, miró
al cielo y se dijo a sí misma –Esto es realmente increíble- todos fueron a
celebrar con ella y se quedaron hasta tarde mirando el atardecer y luego las
estrellas.
FIN
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