El huevo del deseo
Hace
muchísimo tiempo los cavernícolas dependían de antorchas y fuego para poder
caminar tanto dentro como fuera de las cuevas. En esa época el sol no existía.
Su objeto de mayor veneración era un huevo gigante que siempre estaba en la
mitad de un desierto. Todos los Viernes los cavernícolas iban a donde el huevo
gigante y se inclinaban ante el. Decían que ese objeto concedía deseos, así que
las personas iban a pedir lo que querían. Pero debían cuidar un aspecto muy
importante: el huevo solo concedía los deseos de las personas de buen corazón
que querían el bien para las demás personas. No concedía deseos que fueran
codiciosos o que deseasen el mal para alguien. Si alguien deseaba algo malo esa
maldad le caía a él.
Unos
pedían alimento para sus familiares, amigos, vecinos y sus mascotas, los
Riojasaurus, unos dinosaurios muy peculiares. Otros pedían otras cosas, como
por ejemplo un buen sofá de piedra para poder invitar a amigos a comer una rica
ensalada de rocas con hojas espinosas.
Pero
un día un niño pidió algo que nadie nunca había pensado, luz natural. El niño
le dijo al huevo: “por favor, haz que tengamos luz natural para que mis amigos
puedan ver con claridad y dejen de quemarse los dedos con las antorchas”
El
huevo enseguida le habló, algo que nunca en su vida había hecho. Le dijo
“rómpeme”. El niño un poco inseguro de lo que había oído se acercó más al huevo
y puso su oreja en el. El huevo repitió “rómpeme”. El niño se asustó, ya que el
huevo era muy caliente y no sabía si contar lo que el huevo le dijo. Él le
contó a un amigo, este amigo le contó a su familia y su familia lo dijo por
todas partes. Cuando todos supieron lo que dijo el niño que había pedido luz,
se asustaron y pensaron que eran inventos y que quería dañar el objeto de más
veneración, así que fueron en busca del niño y lo llevaron al “GRAN ABISMO”.
Cuando el huevo vio lo que estaba pasando gritó y dijo: “yo le he dicho a este
muchacho lo que tiene que hacer para que ustedes puedan beneficiarse de luz
natural y ustedes lo van a matar? Acaso quieren desagradarme?" Todas las
personas quedaron aterrorizadas por lo que había sucedido. En un momento
cumplieron la regla del “MINUTO DE SILENCIO”, después todos razonaron y
supieron qué era lo que estaban haciendo, así que dejaron al niño en el piso y
le preguntaron: “que hacemos para romper el huevo”? Uno gritó y dijo: Tirémosle
piedras! Todos lo miraron con incertidumbre y volvieron a mirar al niño. A esto
él dijo: para respetar el honor del huevo propongo que hagamos dos columnas que
sostengan los extremos y una escalera en la mitad agarrada de un árbol por si
cae. Así que todos se pusieron a trabajar arduamente hasta conseguir lo
propuesto. El niño montó la escalera y le dijo “Gracias”. Después, con suavidad
le dio un golpe con una roca y el huevo se rompió en dos. Después de esto se creó un
gran lago de hedor apestoso que mejoró su olor con el tiempo. También, de
acuerdo con la petición del niño la yema se convirtió en una gran bola amarilla
y radiante. Desde ese día los cavernícolas no se quemaron más las manos y
veneraron a su nuevo objeto que tenía dos nombres Sol y Titán. Y desde ahí se
empezó a adorar al sol y a muchos otros dioses que existieron después.
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